domingo, 8 de agosto de 2010

Orgánico y no tanto

Hoy queríamos explorar un par de zonas cercanas a nuestra casa y hacer eso que gusta tanto por estas latitudes denominado shopping. A decir verdad era más a mi santa a la que le apetecía lo del shopping, pero tampoco me resistí demasiado con la perspectiva de encontrar algún disco o algo de ropa interesante para comprar. Tras revisar rápidamente el oráculo de Google encontramos que a un par de estaciones de North Berkeley podíamos visitar el Fleamarket de la ciudad. En concreto en Ashby,  a donde no tardamos ni un cuarto de hora en llegar. La decepción no pudo ser mayor. Apenas una treintena de furgonetas cargadas con trastos inservibles, ropa vieja, mala bisutería y poco más que contar. Lamento ser tan poco asertivo, pero la máxima de "lo que es basura para mi puede ser un tesoro para ti" no acaba de convencerme y, tras revisar todos los puestos y aspirar más humo de marihuana que nunca, nos dimos cuenta de que no había gran cosa para comprar. Aun así conseguí un disco que me miraba triste desde su portada mil veces manoseada y acabé gastando 3 $ para recordar como sonaban Alcatrazz en 1984.


Ni idea de lo que puede ser eso, pero al parecer es comestible...

De vuelta a Berkeley, la siguiente parada era Center St. donde los sábados por la mañana se establece el Freshmarket, un mercado de productos frescos y orgánicos. La visita en si era más por la curiosidad de observar a los visitantes y a los vendedores que por los productos allí mostrados. Indudablemente en esta zona del mundo la obsesión por la comida sana está convirtiéndose en una religión, pero tal vez Berkeley sea el centro de ese santuario. Granjeros venidos de todas partes de California ponen a la venta sus productos a precio de oro. No parece importar a los compradores que alegremente van llenando sus cestas de mimbre con frutas y verduras de todos los colores posibles (olvídate del plástico aquí). Eso sí, pudimos encontrar una curiosidad inesperada, y es que no todos los días uno se encuentra "pimientos de padrón" a la venta en un mercado callejero a tantos kilómetros de Galicia (de un Padrón un tanto lejano, vamos...).


Uns pican e outros non...

Tras comprar algo de pescado fresco, convenientemente convertido en filetes sin espina, piel o cualquier elemento que pudiera recordar que lo que nos vamos a comer ha salido del mar, disfrutamos unos minutos de unos músicos callejeros tocando jazz improvisado. No deja de fascinarme la cultura musical de Estados Unidos. Cualquier sitio es bueno para que un grupo de músicos comiencen a tocar y lo hagan fantásticamente bien. Lo de menos es el estilo que interpreten. Siempre son capaces de sacarte una sonrisa y de sorprenderte con la calidad de su interpretación.


Jass it up, boys!

Una vez revisado todo el mercado callejero tomamos University Ave. con dirección a San Pablo Ave. Pese a estar relativamente cerca de nuestra casa hasta hoy no habíamos explorado esa zona. Gran error, que por fortuna subsanamos. San Pablo Ave. rompe con el ambiente hasta cierto punto estirado del resto de la ciudad. Según nos acercamos empezamos a ver restaurantes indios, un clásico en esta zona, afganos y pakistanís. Cambia el color de la piel de los transeúntes que nos encontramos por la calle, aumentando poco a poco en número e incrementándose el olor a especias, que nos evoca países muy diferentes del que estamos en estos momentos.


 Falta una semana para una gran fiesta...

Ya en San Pablo Ave. encontramos Mi Tierra Foods, el supermercado que definitivamente vamos a adoptar a partir de ahora. Con género de primera y precios mucho más ajustados a la realidad de la gente normal, Mi Tierra es un supermercado mexicano. En él el idioma que se escucha permanentemente es el español y, aunque eso sea lo menos importante para nosotros, lo que si es interesante es poder comprar productos frescos sin tener la sensación de que nos roban cada vez que salimos a comprar alimentación. De hecho, los chuletones que comimos hoy, tan solo nos costaron 3 $ cada uno (con uno para los dos tuvimos de sobra). Un gran descubrimiento al que volveremos con frecuencia.


El sabor hacía honor a su pinta. Exquisito...

En frente de Mi Tierra Foods hicimos la parada del vermú. No hemos conseguido adaptarnos al horario americano, de forma que a la 1 de la tarde lo que más nos apetece es tomar una cerveza fresquita. Y así lo hicimos en Acme, un garito especializado en whisky, con más de 50 variedades del agua de fuego y con parroquianos eclécticos: desde lo que aquí denominan White Trash, tatuados hasta las cejas, hasta mexicanos zumbándole al tequila y alegres de hablar con alguien de España. Fue un ratillo divertido y es bueno saber que tenemos cerca un tugurio de estas características.

Tras abrevar nuestras cervezas iniciamos el camino de vuelta a casa para encontrarnos otra de esas curiosidades que aguardan en cada esquina de Estados Unidos: Una tienda de 99 centavos Only. Algo así como un "Todo a 100", pero gigantesco y especializado, no en gadgets absurdos, sino en alimentación. Entramos y chafardeamos un rato entre los lineales aunque no llegamos a comprar nada. ¿Quién dijo que aquí todo era caro?

Antes de encarar nuestra calle, Franklin St., paramos en The Spanish Table. Sabíamos de su existencia pero entendíamos que un mes era un tiempo muy breve como para echar de menos los productos españoles. Tal vez nos equivocamos, de forma que entramos y recorrimos la tienda para saber donde escapar si de pronto tenemos antojo de jamón ibérico (aunque a 50 $ el paquetito me da la impresión de que se nos pasará el antojo antes de llegar).


Si se nos antoja algo, solo tenemos que salir corriendo...

Al lado de The Spanish Table está el Albatross, un pub clásico de Berkeley donde recalaremos en un rato para escuchar nuestro primer concierto de jazz y tomar unas cuantas pintas. Y es que, un sábado por la noche, en Berkeley, qué mejor que remojar la garganta, ¿no?...

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