jueves, 30 de diciembre de 2010

Gozamos en Gozo...

Creo que tuve un pasado corsario. Estoy seguro, de hecho.En una vida pasada surqué mares y sentí ondear sobre mi cabeza la bandera con las tibias cruzadas. Lo he sabido desde siempre. Desde que era pequeñito y no podía dejar de ver pelis en las que Errol Flyn manejaba su espada dejando claro que los piratas eran los buenos, nunca el gobernador de aquellas lejanas islas.


Malta, desde el mar Mediterráneo...

Hoy he sentido renacer dentro de mi ese gusanillo. Cual pirata de agua dulce, es cierto. En una travesía de juguete entre Sliema y las islas de Gozo y Comino. Apenas dos horas de navegación de cabotaje, a tiro de piedra de la costa, pero en la que he gozado como si nos aprestáramos a asediar cualquier puerto del Mediterráneo o del Caribe.


La bahía de Xlendi, en Gozo...

La visita nos llevó primero a Gozo, la isla hermana de Malta, mucho más rural pero igualmente entrañable. Desde su bahía de Xlendi hasta la ciudadela de Victoria, su capital, volvemos a encontrarnos con los lugares comunes que nos asaltan desde que llegamos a este paraíso. Hoy disfrutamos de una rápida comida en una Pastizzeria, por apenas 3 euros para dos personas, mientras íbamos recorriendo un territorio menos poblado, más verde, más tranquilo.


Victoria, capital de Gozo...

Aunque la tranquilidad absoluta la vivimos al llegar a la isla de Comino, la diminuta porción de tierra rodeada de mar que conformó la Blue Lagoon y las Cuevas de Santa Marija. La laguna de color esmeralda que vemos en infinidad de películas y las cuevas de colores increíbles habitadas, eso sí, por aterradores bancos de medusas que parecen esperar que una presa caiga en sus garras.

 

Blue Lagoon... sin más...

Navegamos de vuelta, sintiéndonos cada vez más corsarios montados en nuestro pequeño barco, lanzando miradas aviesas a compatriotas no deseados y volvimos a nuestro puerto para empinar tragos sin fin al calor de la carne dulce de un caballo asado para la ocasión.Esta noche dormimos en sábanas blancas, pero quién sabe, tal vez mañana nos hagamos de nuevo a la mar...


Cuevas de Comino... el refugio del Corsario...

miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Valletta...

Esta mañana teníamos como objetivo visitar la capital de Malta, La Valletta. La ciudad monumental por excelencia, en la que palacios y construcciones monumentales se mezclan sin que parezca haber final.

Tras un breve pero divertido viaje en el autobús 62 (desde Sliema), entramos en La Valletta por la puerta de la ciudad para sumergirnos entre cientos de personas fascinadas por esta ciudad que nos recuerda batallas, pasados gloriosos, una Edad Moderna esplendorosa y de la que no puedes escapar desde el momento que te hechiza nada más entrar en ella.


La foto típica que jamás hace honor a la realidad observada in situ...

Callejeamos sin rumbo hasta llegar al Fuerte de San Elmo, descubrimos rincones fantásticos en cada una de sus esquinas, comprendimos que el pasado inglés sigue presente en la isla, por educación, por idioma y hasta por mobiliario urbano.


Cabina telefónica muy... british, yeah!

La Valletta se disfruta sin prisas. Escapando de las calles más transitadas por turistas que apenas llegan a salir de la línea marcada desde Republic Street hasta St. Lucia´s Street, donde se sitúa la imponente concatedral. Pocos son los que continúan hasta San Elmo, hoy ocupado por la Academia de la Policía, y que aprovechan a callejear por Mediterranean Street y las calles adyacentes. Por ahí nos perdimos hasta volver a atravesar la pequeña península y volver a Sliema en barco, navegando, de la única manera que uno puede llegar a concebir a este pueblo de estirpe marinera.


Republic Street, el eje de La Valletta...

Si la mañana nos dejó La Valletta en todo su explendor, la tarde nos llevó de nuevo a recorrer a fondo Sliema y a seguir disfrutando de San Julian y su fiesta sin fin. Con posibilidades para todos los gustos y los bolsillos, rodeados de gente afable y con un clima que nos obliga a mirar asombrados una y otra vez al calendario para cerciorarnos de que realmente estamos a punto de terminar el mes de diciembre.


El ferry que cruza desde La Valletta a Sliema...

Mañana embarcamos hacia la isla hermana, Gozo y su complemento perfecto, Comino, ilusionados y felices. Cuantos más minutos pasamos aquí, más nos damos cuenta de que este es nuestro sitio...

martes, 28 de diciembre de 2010

Por fin, en Malta....

Tras muchos meses soñando con este momento, por fin llegó: ya estamos en Malta.

Muchos son los sentimientos que se mezclan para explicar todas las sensaciones de las últimas horas. Pero si tuviera que definir brevemente lo que estamos sintiendo desde que hemos aterrizado, sería la siguiente frase: "Estamos en casa".

Pero empecemos por el comienzo. A las cinco de la madrugada comenzaba nuestro periplo para llegar a esta isla maravillosa. Y es que el primer vuelo de Ryanair sale a una hora en la que las calles no están puestas: las 6:30 de la madrugada. De la T-1, como averiguamos tras buscar por Internet y revisar la página de AENA, ya que Ryanair no informa de la terminal de embarque en sus billetes.

Una sola maleta, con un máximo de 10 kilos dentro. Imposibilidad de llevar nada en las manos, al menos en teoría (aviso para futuros viajeros). Y largas colas para embarcar, tan extensas que al final embarcamos demasiado tarde y tuvimos que llevar las maletas en los pies en el autobús volante que Michael O'Leary pone a disposición de sus clientes.

En poco más de dos horas aterrizamos en el diminuto aeropuerto de Malta. Puntuales y deseosos de lanzarnos a por el primer autobús del día, el nº 8 que nos ha llevado a La Valetta. 47 céntimos el viaje, en un precioso y vetusto transporte que cumple punto por punto todo lo que habíamos oído sobre los autobuses malteses. Y por delante de nuestros ojos las primeras ciudades maltesas. Una tras otra cambiando de nombre aun con la sensación de que fuera la misma, si bien con su personalidad definida en cada uno de sus rincones atisbados desde el traqueteante transporte.


Despertarte frente a esto es sentirte vivo...

Malta es Mediterráneo. Esa obviedad ha de ser tenida en cuenta para entender una sensación permanente de "deja-vu". Has estado aquí una y mil veces puesto que la esencia de sus calles y sus gentes es la tuya. Tanto que cuando cambias de autobús en La Valetta podrías estar haciéndolo en cualquier capital de provincias de España. Si, es verdad que de una España ya inexistente. Tal vez de la España de los años setenta, en la que todo era más fácil, más cercano ...

La llegada a nuestro hotel, el Preluna, en Sliema, nos enfrenta a la realidad de un hotel excelentemente situado. En primera línea de costa, con unas vista espectaculares y con conexión wifi en todas las áreas (algo que como hemos podido observar a lo largo del día es generalizado en Sliema y St. Julian). Tras realizar el "checking", el primer paseo por esta isla que ya nos ha echo su guiño mortal. hasta Balluta Bay y primera cerveza gozando del azul intenso de un Mediterráneo seductor hasta la última de sus espumas.


Bar Celona Uno de las decenas de bares de Paceville

Platos malteses para comer (conejo) y para cenar (lampuki). Vinos malteses antes de la siesta y para acabar el día. Paseos por St. Julian y Paceville en una noche temprana con temperatura primaveral y Billie Hollyday en el imprescindible BJ´s. Y el olor de un nuevo hogar que parece que siempre hubiera estado ahí para acogernos. Esta aventura acaba de empezar y nos embarcamos en ella sabedores de que su final incierto no deja de ser excitante en cada uno de los segundos que vamos descubriendo...

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cuenta atrás...

El año toca a su fin y este blog vuelve a animarse. Y es que en las próximas semanas podré hacer oficial algo que parece que se confirma y que tiene mucho que ver con el título del blog.

Por lo pronto, la próxima semana este será el espacio donde se sitúe el diario de viaje a Malta, pieza clave y ventana mágica de lo que se atisba en el horizonte...


Seguiremos informando, pero a partir del martes... MALTA, Here We Go!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Los ganadores del concurso son...

Ya se sabe quién ha ganado el concurso de un Año Sabático en La Rioja. Al final ha sido Nerea Ariztoy, una de las semifinalistas que había conseguido más votos. ¡Enhorabuena para ella!

Además se han sabido los ganadores de los fines de semana en La Rioja por haber votado a alguno de los candidatos. Estos han sido:

  • Anna Festerling
  • Daniela Amanda Vieira Xavier
  • Ana Domínguez
Y además hay 2 suplentes:

  1. Leticia Valencia Martínez
  2. Jorge Antonio García Carrión

Ojala alguno hayáis sido de mis votantes. De no ser así, una vez más, os agradezco enormemente vuestro apoyo durante la fase de la semifinal.

jueves, 9 de septiembre de 2010

¿Y ahora que...?

Tras la pequeña decepción que ha supuesto no conseguir los votos necesarios para pasar a la final del concurso Sabático en La Rioja he estado pensando qué hacer con este blog. Por un lado no tenía demasido sentido que se mantuviera abierto ya que una vez que su propósito había sido superado los posibles visitantes podían enfrentarse con un anacronismo en los contenidos. Llevo muchos años en Internet y no soporto encontrarme con contenidos desactualizados y con lo que podríamos denominar "basura cibernética".

Pero por otro lado sentía pena abandonando y borrando los posts con los que estuve compitiendo. Enfocados en contar mis vivencias en un mes californiano, tal vez puedan servir de ayuda a alguna persona que algún día desee viajar a San francisco y esté buscando información sobre la ciudad. Además tampoco he sido nunca de los que esconden o destruyen lo que escriben. Gracias a Internet puedo publicarlo y volver a ello una y otra vez, a leerlo y sorprenderme a veces o enrojecerme en otras ocasiones.


Y finalmente, no renuncio a abandonar mi trabajo por un tiempo y poder dedicarme durante un año a llevar a cabo el proyecto que me llevó a presentarme al concurso de La Rioja. La investigación sobre cómo aprenden los niños utilizando las tecnologías, qué ocurre con sus familiares cuando se enfrentan a esa forma distinta de comportamiento, cómo se enlaza con los cambios que se están produciendo en los entornos rurales. En España o fuera de ella. Es un tema que me resulta apasionante y que creo que debe ser estudiado en profundidad, con seriedad y sin olvidar nunca la parte divulgativa, haciendo llegar las conclusiones a toda la sociedad.

Para llevar a cabo un proyecto así tendría que viajar, poder tener tiempo para entrevistarme con niños, con profesores, con padres y con abuelos. Analizarlo sobre el terreno. Contrastarlo. Y poder escribir sin la presión de las clases en la universidad, de las permanencias, de tener que hacer mil proyectos diferentes al mismo tiempo. Simplemente centrarme en investigar, esa palabra tan extraña para muchos en nuestro país, y escribir.

Siempre he dicho que uno no debe renunciar a sus sueños. Me vanaglorio de exigir a mis alumnos que persigan aquello que realmente quieran, que busquen ser felices luchando por lograr lo que desean. Y es momento de aplicarme el cuento. No sé lo que tardaré en conseguirlo. No sé si alguna institución será capaz de costearme lo que quiero llevar a cabo. No sé como enfocarlo sin la presencia de un patrocinador como en su momento podía haber sido La Rioja. Pero lo que si sé es que seguiré trabajando en ello.

Además seguiré publicando en este blog posts relacionados con las ciudades y países que vaya visitando. Al menos así los menos interesados en mi proyecto pero a los que os guste viajar tendréis un aliciente para volver por aquí de vez en cuando. Las puertas siguen abiertas y de ese modo se mantendrán para todos vosotros.

Así pues, ¡¡¡¡comenzamos de nuevo!!!!

(He cerrado la página de apoyo de Facebook pero una vez más vuelvo a agradeceros a todos los que en algún momento decidistéis haceros fans vuestro apoyo por todo)

lunes, 6 de septiembre de 2010

SEISCIENTOS TREINTA Y UNO

No podía imaginar hace varios meses que la frase, "Necesito un año sabático", lanzada con desesperación en uno de mis Twitts, iba a cobrar tanto sentido e importancia. Poco después de publicarla me enteraba de la iniciativa del Gobierno de La Rioja para ofrecer un año sabático a través de un concurso y me apuntaba a ella. No era complicado, tan solo rellenar un formulario, contar qué te gustaría hacer durante ese año y esperar que tu proyecto encajara.

El día que recibí la llamada comunicándome que había sido preseleccionado para ser entrevistado tuvo algo de mágico. De repente el participar de lleno en la iniciativa de La Rioja superaba el mero hecho de haber rellenado un formulario en Internet. Y durante la entrevista realizada en Lavinia la posibilidad de lograrlo parecía estar más cerca aún.

Pasamos a la semifinal quince concursantes. Seguramente muchas de las personas que no lo hicieron tendrían proyectos tan buenos o mejores que los nuestros. Pero cualquier proceso de seleción tiene algo, por no decir mucho, de injusto. A partir de ahí comenzaba el concurso propiamente dicho. Durante cerca de un mes los quince candidatos debíamos hacer campaña para conseguir ganar un proceso de votación, pudiendo hacerla a través de las redes sociales y mediante nuestro círculo de amigos y conocidos.

Desde el primer momento quedé rezagado. El día que se conocieron los primeros resultados ocupaba el puesto undécimo. Y según iban pasando los días la distancia se hacía insalvable. Las iniciatitivas de los concursantes se multiplicaban y con mi campaña de perfil bajo, centrada en contar mi viaje a Estados Unidos como lo haría en un diario sabático, en mi Twitter y en participar en el Facebook del concurso, no acababa de conseguir los votos necesarios para conseguir subir en una clasificación que cada vez se empinaba más.


Finalmente el período de votación se ha cerrado y mi posición apenas ha mejorado desde la primera de las clasificaciones. He pasado del undécimo al décimo puesto, con un total de 691 votos. De esos votos, 60 corresponden a mi santa y a mi, que hemos ejercido nuestro derecho a votar todos los días, incluso cargando con un ordenador en el viaje a Las Vegas (que sé que está pendiente de contar) solamente para poder hacerlo. Es decir, 631 votos han sido emitidos a mi favor durante este mes por otras personas que no hayamos sido nosotros dos.

631 momentos de entrar en una web para incluir un usuario y una contraseña. 631 apoyos para, en el mejor de los casos, empujar un poquito a un desconocido. 631 ayudas llevadas adelante sin pedir nada a cambio. 631 esfuerzos y alientos a favor, para tratar de conseguir que yo estuviera un poquito más arriba.

Ha sido arduo y por fin ha terminado. He quedado lejos de los cinco primeros, de los más votados. Pero eso no hace que me sienta menos emocionado. Cada vez que veo los votos conseguidos comprendo que nunca hay que dejar de luchar por perseguir un sueño. Nunca hay que rendirse y dejar de pelear por lo que realmente quieres.

Todos los que nos presentamos al concurso teníamos razones nobles: la más importante, poner en marcha un proyecto que cambiase nuestras vidas, que las hiciera mejor. Y esa nobleza se ha reflejado en todo el tiempo. Jamás un reproche o una mínima palabra crítica hacia el resto de candidatos. Relaciones basadas en una cortesía y un compañerismo exquisito, más allá de las políticas de cualquier concurso.

Faltan pocas horas para que los finalistas sean nombrados oficialmente. Lo de menos es si habrá sorpresas o no. Lo importante sigue siendo la idea de que quince personas hemos estado dispuestos a concursar en buena lid por conseguir llevar adelante una idea, un proyecto. Ojala todos, con año sabático o sin él, consigamos lograr ponerlo en marcha muy pronto.

A todos vosotros, los que habéis estado ahí, los que me habéis apoyado y los que finalmente habéis preferido apoyar a otro candidato por entender que lo merecía más, de corazón, muchísimas gracias.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Bakcheia

Bakcheia es el frenesí al que inducia Baco, el dios griego del vino y que inspiraba la locura ritual y el placer llevado al extremo, el éxtasis.

BAKCHEIA es un vino de autor que frente al clásico uso de las uvas Tempranillo y Garnacha es elaborado con uva 100 % Cabernet Sauvignont. Es presentado en sus tres variedades, Joven, Crianza y Reserva. La única diferencia en su etiquetado viene marcada por el color de impresión de marca y el tipo de vino, que destacan en relieve de color sobre el color negro de la botella.


El color rojo, agresivo y fuerte, ha sido elegido para la variedad Joven, por su carácter llamativo y cálido. Ideal para compartir un momento de aperitivo con amigos.

La gradación de colores nos lleva al ámbar, para ofrecernos la variedad Crianza, reflejando en él la perfección de un vino cerca de su estado óptimo y con buena evolución, mejorando con el tiempo.

El equilibrio final llega de la mano de BAKCHEIA Etiqueta Verde, el Reserva perfecto para equilibrar las energías, especialmente de la mano de nuestra añada 2005.

Baco nos mira desde la base de la botella, elevando su mirada ladeada mientras observa divertido el efecto de la emoción previa al desenfreno para los sentidos que supone el descorche de una botella de BAKCHEIA. Incluso mientras espera a que el comprador, sorprendido ante la sencillez del etiquetado, busque en la parte posterior de la botella la etiqueta que indique la denominación de origen, ahí sí, de La Rioja.

Un relato, la vida misma...

Damián es el último de los chicos en franquear la puerta. Camina con paso alegre hacia el patio mientras Lorenzo levanta la mirada para corresponder a su “hasta mañana profe” con la mirada. Hoy ha sido un día difícil. Todos lo son de un tiempo a esta parte. Con el calendario en la cabeza es difícil concentrarse en las últimas clases, en la preparación de las tareas del aula, en la corrección de los deberes de los chicos, en la realización de su trabajo, en definitiva.

Durante unos instantes Lorenzo observa el aula vacía, iluminada por las pantallas de los ordenadores que sus alumnos tienen la manía de dejar encendidos. Ordenadores. Esas máquinas infernales que poco a poco han ido entrando en su vida pese a que siempre juró que no eran necesarios para su trabajo. Cuarenta años de profesión, décadas en las que enseñar ha pasado de ser un arte de palabra y tiza a convertirse en un trabajo marcado por las máquinas. Mientras Lorenzo recoge sus libros y los mete en la ajada cartera de cuero recuerda la contestación de Marina, la mayor de los Peláez, sobre las características que debe tener una correcta alimentación. Su exposición sobre la importancia de consumir aceite le ha dejado dolido por dentro. No porque no haya sido excepcional, sino por lo increíble de la situación. Una niña de catorce años hablando del Valle del Alhama y su aceite como si fuera una crítica gastronómica profesional.

Años antes habría pensado que Marina conocía la comarca del Alhama por su familia. Pero hoy Lorenzo sabe que la niña jamás ha salido de la zona de Peñafiel. Es curioso que una niña nacida en plena Ribera del Duero hable de La Rioja como si hubiera estado allí. Lorenzo imagina la respuesta. Marina ha buscado en Google La Rioja y en la pantalla de la máquina ha aparecido toda la información. Lo ha hecho tan rápido y ha sido capaz de leerlo con la agilidad suficiente como para que pareciera que lo sabía de antemano. Él no ha podido más que asentir mientras pensaba una vez más en el calendario, en como las hojas van pasando pero no acaban de llegar a la esperada fecha del retiro, marcada en secreto y presta a aparecer, no como en esas agendas modernas de los ordenadores, molesta y brincante, sino con la sutileza de unas palabras leídas con sorpresa al pasar una página.

Echa una última mirada a los ordenadores de la clase y sale del aula pensando en su Cervera del Río Alhama natal, en su casa al final de la Calle de la Queda y el momento en el que el calendario, las máquinas y los chicos dejen paso al necesario descanso…


Marina camina con paso raudo hacia su casa. Está contenta. La clase de Sociales con Lorenzo ha sido menos aburrida de lo habitual ya que ha podido tener el ordenador abierto y mientras el profesor rellenaba pizarra tras pizarra podía utilizar el Tuenti para hablar con Lucía y Gerardo. Tuenti mola, piensa mientras sube con avidez las escaleras para llegar a su habitación y poder acceder a su flamante portátil, regalo de sus padres las pasadas navidades. Y es la página de la red social la primera en la que entra nada más conseguir conectar a Internet. Sabe que tiene que ser prudente ya que sus padres están últimamente bastante quisquillosos con lo que mira o lo que deja de mirar en Internet. A fin de cuentas ella lo único que quiere es divertirse y donde están todos sus amigos es en esa web de colores azul y blanco.

Tras pasar la página en la que le recuerdan que Ana cumple años la semana que viene, la mirada de Marina se dirige con rapidez hacia la zona izquierda de la pantalla. Las visitas a su perfil han aumentado desde esta tarde en clase. Tras una ágil revisión de los eventos a los que ha sido invitada vuelve a observar las fotos en las que ha sido etiquetada. Gerardo, el amigo de Blanca, al que aceptó hace un par de semanas, ha etiquetado tres fotos más. En ellas aparecen Blanca y Marina disfrazadas de calabazas. Se siente un poco tonta observando esas fotos del pasado Halloween, sobre todo porque piensa que Gerardo puede hacerse una idea equivocada de cómo es ella. Le gusta ese chico, que tanto se parece a Justin Bieber .

No sabe muy bien donde está Grávalos, el pueblo con nombre extraño en el que vive, pero imagina que debe ser un sitio chulo. Además hoy Gerardo la ha ayudado con la pregunta de Lorenzo. Ella no tenía ni idea de que había aceite en la comarca del Alhama. Realmente le importa muy poco el aceite y su cultivo. Pero cuando ha visto que podía marcarse un tanto en clase ha sido fantástico que Gerardo contestara a su petición de ayuda con un enlace a una web de agricultura de La Rioja. Definitivamente cree que es momento de darle a Gerardo el número de su móvil, se lo ha ganado. Aunque antes de hacerlo se lo consultará a Blanca para ver qué le parece. Abre el Messenger y al ver a su amiga conectada comienza a escribir contándole su plan para acercarse más al chico del pueblo de nombre raro…


Gerardo acaba de llegar desde Alfaro a su casa. Hoy, como todos los días, ha ido a buscarle su abuelo, Tomás. Gerardo sueña con que llegue su cumpleaños y poder lograr la moto prometida para conseguir la ansiada independencia. Quiere mucho al abuelo Tomás pero necesita sentir la libertad de ir y volver al instituto sin contar con nadie. Sabe que su padre, Luis, no se va a negar ya que está muy contento con la página web que Gerardo está haciendo de la Casa. La Casa es el negocio en el que sus padres se embarcaron tras abandonar Logroño hace dos años y asentarse en ese pueblo pequeño, soñando con explotar un alojamiento rural cerca de las fuentes. A Gerardo le duele recordar aquellos días. La separación de sus amigos. Tener que recorrer en autobús el trayecto hasta Alfaro o tener que esperar a que vayan a buscarle. No saber qué hacer más que pasar las horas en la Plaza. Al menos hasta hace un par de semanas cuando conoció a Marina a través de Tuenti.

Desde que se mudaron Gerardo pasa muchas horas frente al ordenador y ahora desea con más fuerzas llegar a su casa lo antes posible. Sabe que sus padres están ocupados con los huéspedes y que su abuelo quiere ver el futbol. A él no le interesa demasiado el deporte. Prefiere usar su Multimedia Studio, la aplicación de Linux para la creación de música, y preparar sus propias composiciones.

Lleva varios días retocando una canción muy especial para grabarla y mandársela a Marina, la chica de ojos azules que le ha vuelto loco. No tiene su teléfono todavía pero cree que tras la conversación de esta mañana por el Tuenti podría conseguirlo pronto. Menos mal que Julia, la profe de música, le ha salvado la papeleta. Julia les habló del aceite de la comarca del Alhama hace un par de días, mientras estaban buscando inspiración para crear un podcast en clase. La idea, que le había parecido tan extraña al principio, era que creasen música como si fueran las hojas de un olivo de Cabretón. Hubo mucho cachondeo en clase a costa de la idea de Julia, pero se acordó de ella cuando Marina pidió ayuda a través de la pantalla.


Gerardo, frente a su ordenador va lanzando aplicaciones, se prepara para continuar con la web de sus padres, continuar grabando la canción para Marina y permanece anhelante sabiendo que en un rato es posible que ella se conecte…

sábado, 28 de agosto de 2010

Carmel by Pony Car

Carmel by The Sea es un pequeño pueblecito de California. Más o menos está a unos 200 kilómetros de San Francisco. Muy cerca de Monterey, la pequeña villa de pescadores que visitamos en el viaje a Los Angeles. En esa ocasión nos habíamos quedado con las ganas de visitar el pueblo del que fue alcalde Clint Eastwood, y la posibilidad de alquilar un Ford Mustang y hacer unas millas hasta allí resultaba del todo excitante.


 Qué morro!...


Tras la experiencia positiva con Avis, repetimos para alquilar el Mustang con ellos. El coste total fue de unos 104 dólares, lo cual sería algo impensable en España: hay que pensar que el Ford Mustang que alquilamos era un V6 del 2010, con 4 litros de motor y más de 200 caballos de potencia, además de ser descapotable. En fin, un dineral solo pensar en su alquiler en España. Pero aquí merece la pena darse el gustazo de conducir semejante máquina.


Lógicamente lo primero que hice nada más montarme fue apretar el botón para quitar la capota. Lo de menos fue que durante todo el viaje de ida a Carmel tuviéramos que llevar la calefacción puesta y que casi acabásemos sordos por el ruido que supone ir “descapotados”. La chulada de movernos con esa maravilla no me la iba a escamotear el tiempo, por mucho que quisiera hacernos la puñeta.


 Tampoco es feo con capota...

Antes de llegar a Carmel tomamos la 17 miles drive, una carretera de 17 millas que pasa por una de las zonas más exclusivas de los Estados Unidos, bordeando uno de los campos de golf más famosos del circuito y ofreciendo en multitud de rincones la posibilidad de parar y hacer fotos al paisaje.

La verdad es que la carretera me pareció bastante normalita. Tal vez no merezca la pena pagar los 9,50 dólares que cuesta hacer el breve recorrido, especialmente si vas a hacer o has hecho la ruta por la Road 1. Pero conducir despacio con un PonyCar, haciendo curva y contracurva con suavidad, hizo que mereciera a pena.


 Acantilados salvajes...

Pronto llegamos al final y por ende a Carmel. El pequeño pueblo es una de esas frikadas que nos han llamado la atención durante todas estas semanas. Muy bonito, pintoresco podríamos decir. Con decenas de restaurantes y una cantidad ingente de galerías de arte. Y por supuesto con manías increíbles, como la falta absoluta de iluminación en las calles.


 Esto valió una alcaldía...

No importó, ya que antes de que empezara a anochecer abandonamos Carmel, sorprendidos por la casa cuyas obras significaron que Eastwood se presentase a alcalde (sí, no hubo nada romántico en ello. Más bien fue una salida personal para hacer una obra cuyos permisos se complicaban). Hicimos, eso si, una cata de vinos en una de las múltiples vinotecas que hay en el pueblo. Y de hecho acabamos comprando 3 botellas del vino que más nos gustó, para descorcharlas a la vuelta en Madrid y recordad que el vino de Califonia está entre los mejores del mundo, aunque sus precios lo hagan casi intratable.

Llegábamos por la noche de vuelta a Berkeley y decidimos darnos un pequeño homenaje: una cena a basa de fondue de queso. Me resulta casi increíble el elevado precio del queso en California y su relativa escasez de variedades. Soy un adicto al queso y, como tal, disfruté de la cena en la Fondue de Fred como si hiciera una vida que no cataba el queso.

Antes de acostarme miré por la ventana de la habitación y eché una penúltima mirada al pony. Casi juraría que oí relinchar sus caballos despidiéndose de mi tras un día tan intenso como apasionante…

sábado, 21 de agosto de 2010

I´m in love with my car

Nunca he sido un fanático de los coches. He tenido tres, un Seat 127, un Renault 11 y un Nissan Almera, que me han llevado y me han traído. Y he conducido una infinidad. Alquilados, prestados, de familiares y de amigos. Pero jamás he sentido nada especial por un habitáculo de metal con un volante y cuatro ruedas. Jamás hasta haber conducido un Mustang.


Algún día será mio, no alquilado...

Con el Pony Car fuimos a Carmel y recorrimos más de 400 kilómetros. Con él sentimos el placer del aire en el cogote, la gozada de su inmensa palanca de cambios, de sus seis cilindros, sus cuatro mil centímetros cúbicos y sus doscientos caballos amaestrados. El orgullo de su diseño eterno y las miradas de envidia allá donde quiera que te detengas, incluso aunque el paisaje sea impresionante.


El ciprés solitario en 17 Miles Drive...

Hoy, por primera vez en mi vida, entiendo perfectamente la canción de Queen... I´m in love with my car...




Enamorados...

Mañana nos vamos a Las Vegas, de forma que será difícil actualizar este blog. Aun así, a través de Twitter seguiré contando el viaje siempre que encuentre una Wifi, cosa que en USA es bastante fácil. Y a la vuelta, el próximo martes, prometo escribir sobre Carmel y sobre el viaje hacia la pecaminosa ciudad del juego.

(Recordad, necesito que dejéis UN VOTO DIARIAMENTE. No nos vamos a rendir. Aunque parezca imposible, todavía quedan días para conseguir llegar a la final. Y con vuestra ayuda ¡podemos conseguirlo!)

jueves, 19 de agosto de 2010

And the Oscar goes to...

Por fin tocaba el momento tan deseado de llegar a Los Angeles. Pese a que todos los comentarios que había leído sobre esa ciudad la tildaban de horrible urbe saturada por una pesadilla de coches, tengo que reconocer que el viaje desde Bueltton fue excitante. Poco a poco nos acercábamos a la salida de Hollywood y comprobamos que realmente el tráfico en Los Angeles es insufrible. Miles de coches atascados en cualquiera de las direcciones en las que circules. Miles de automóviles por todos lados.

No intentamos buscar aparcamiento en la calle, ya que al llegar a Hollywood Boulevard metimos directamente el coche en el parking del Kodak Theatre, algo que si bien puede llegar a costar 10 dólares, te quita problemas de echar monedas a los parkímetros o del riesgo de dejar el coche sin vigilancia cerca (aunque aquí el "mete el retovisor por si acaso te toca la china" hemos observado que, al contrario de España, no es necesario).


No nos pusieron la alfombra roja, pues vaya...

Tras aparcar, salimos por la puerta del teatro en el que se entregan los Oscars. Un tanto decepcionante, ya que el teatro ha sido ocupado casi en su totalidad por un gran centro comercial y como es lógico las huestes de turistas invaden hasta el último milímetro del edificio. Es posible visitarlo al precio de 15 dólares, pero no nos apetecía juntarnos con una manada interminable de turis, de forma que nos conformamos con verlo por fuera y en la tele, durante la noche de los Oscars, que tiene más glamour y es más emocionante...


Grande es un rato, pero feo, también...

A su lado el teatro chino, un pastiche arquitectónico bastante horrendo, en el que se siguen proyectando pelis y en cuyo suelo se encuentran las famosas huellas de manos y pies de actores eternos y, por ambas aceras de Hollywood Boulevard, el conocido "Paseo de la Fama" con sus cientos de estrellas grabadas. Fue divertido descubrir en alguna el nombre de nuestro mito personal y sobre todo culminarlo con la foto que tanto tiempo había soñado hacer, la frikada de moda para cualquiera que viaje a Hollywood. Inmortalizarse junto a la estrella de Tito Chuck.


Tenía que hacerlo, tenía que hacerlo, tenía que hacerlo...

Callejeamos Hollywood arriba y abajo, nos acercamos hasta la sede de Capitol Records, mítica compañía discográfica en la que se grabaron algunos de los discos más importantes de la historia del Jazz (visita obligada para mi santa), pasamos por la puerta de infinidad de tiendas de ropa fetichista y por delante de los clubs de striptis más cutres que hemos visto jamás, para ser plenamente conscientes de que en Hollywood se respira una mezcla de ambiente decadente con el "feísmo" más ramplón. Siempre tienes la sensación de encontrarte en un suburbio, en una especie de extrarradio que finalmente no es otra cosa que la arquitectura misma de Los Angeles.


No será por modelitos para encontrar trabajo en Hollywood...

Ni siquiera la vista de la colina con la obligada foto al cartel más conocido del mundo nos acabó de convencer de lo contrario. Los Angeles no nos estaba gustando demasiado. Bien es cierto que estábamos viendo la cima del iceberg nada más. En Los Angeles, sin contar la zona metropolitana, viven más de cuatro millones de personas. De forma que es una ciudad gigantesca. No dudo que tenga rincones preciosos, pero en esta ocasión no teníamos tiempo de encontrarlos.


"La Foto", solo que esta vez la hice yo...

Así pues, tras recorrer Sunset Boulevard y hacer la parada obligada en el Whisky a Go-Go, uno de los sitios míticos en la historia del Rock & Roll y donde bandas como los Doors, Motley Crüe o Guns´n´Roses comenzaron sus carreras, pusimos camino hacia Beverly Hills, donde condujimos entre las mansiones de los millonarios más millonarios. Eso es algo que no deja de sorprenderte en América. La mayor opulencia al lado de las miserias más absolutas: una calle repleta de homeless; en la siguiente los Ferrari se agolpan como si fueran utilitarios. Fascinante retrato de una ciudad y un país a veces complicado de entender...


El garito por excelencia. Donde se creó el hard rock californiano...

Terminamos el día en Manhattan Beach, en donde habíamos decidido coger el hotel. Situado a unos 20 minutos de Los Angeles, es una zona bastante tranquila, con algunos restaurantes, bares y algo de vida nocturna. No obstante, reventados tras todo el día caminando nos retirábamos temprano para poder madrugar a la mañana siguiente y continuar descubriendo las cercanías de LA.


David Hasselhoff de joven...

El primer destino de la mañana del sábado fue Venice, la zona costera tan bien conocida por sus surfers y por ser escenario de Los Vigilantes de la Playa, serie mítica de mi juventud. La playa de Venice cuenta con un largo paseo marítimo en el que es imposible no quedar sorprendido por algunas de las cosas que allí ocurren. Guapos y guapas exhibiendo cuerpos de impresión, gimnastas forzudos al borde de la arena haciendo ejercicio, tiendas de souvenirs variados y, en definitiva, la postal californiana por excelencia.


Surfing in USA...

Durante un buen rato anduvimos disfrutando de la mañana. Por fin en manga corta y por fin sintiendo que en California hace calor, aunque el día había amanecido nublado. Nos acercamos a tocar las aguas del Pacífico y nos cercioramos de que su temperatura está sencillamente gélida (especialmente mi santa, que fue la valiente que metió los pies en ella, yo tenía bastante con hacer las fotos ;)


El Carousel al fondo, en una foto bastante mala, pero íbamos corriendo...

De Venice fuimos hasta Santa Mónica, donde habíamos quedado con unos amigos para comer. Hicimos el español a base de bien, buscando no pagar por el aparcamiento y a cambio dejando el coche poco menos que en Cuenca. Así pues, llegamos tardísimo y por ello prácticamente no nos dio tiempo a ver mucho más que el Carousel, el famoso parque de atracciones al borde del mar que sale en decenas de pelis; el curioso estilo Art Deco del The Georgian Hotel, uno de los hoteles históricos de los Estados Unidos, que nuevamente vuelve a mostrar una imagen decadente y al mismo tiempo romántica de una California que ya no volverá; y el Thrird Street Promenade, la zona comercial del centro de la ciudad, donde pude cerciorarme una vez más de que las habilidades para curiosear entre las tiendas y el placer por hacerlo son consustanciales a las mujeres de cualquier país y continente, así como que la paciencia de los hombres americanos ante esta situación parece ser bastante más alta que la de este que escribe...


 Mentira, pero emocionante...

Antes de marcharnos de Santa Monica quedaba una parada obligada: el final de la Ruta 66. Tal vez la carretera más famosa del mundo, que recorre Estados Unidos desde Chicago hasta precisamente este punto. A decir verdad luego nos enteramos por Wikipedia de que nunca llegó a terminar allí, pero no cabe duda de que enfrentarse a la placa que anuncia el final del recorrido lleva a pensar en que tan largo viaje tal vez algún día lo afrontemos, quién sabe...

Volvimos para cenar a Manhattan Beach. Pero antes de hacerlo decidimos hacer una cata en una "tasting room" frente a nuestro hotel y allí nos topamos con Tony y Angie, fantásticos nuevos amigos que sin conocernos de nada nos llevaron en su coche y nos acompañaron en Hermosa Beach. Nuevamente fuimos sorprendidos con la generosa e inmensa capacidad hospitalaria del pueblo americano. Disfrutamos de su amistad primero y con Cyntia y su marido después, en una noche maravillosa de cervezas y buenos amigos. Ojala podamos encontrarnos de nuevo muy pronto, en Estados Unidos o en España.


Si la haces, te pillan, siempre...

El domingo había que volver a San Francisco. Casi 600 kilómetros que hicimos en esta ocasión por la Ruta 101, menos bonita que la Ruta 1 pero mucho más rápida. Manteniendo la velocidad en ese tope de las 65 millas por hora para evitar tener un nuevo percance con la policía. Jugártela en la carretera es muy fácil y por todo el camino vimos decenas de coches detenidos por los Highway Patrol, de forma que en ningún momento se nos ocurrió apretar gas, por mucho que a veces la carretera parezca eternizarse a esa velocidad.

Comenzaba la tarde cuando llegábamos a San Francisco. Los tonos azules del cielo nos decían adiós.  La niebla que permanentemente parece perseguir a esta ciudad durante los meses de julio y agosto se mostraba en el horizonte. La temperatura bajaba casi 10 grados de golpe y la otra cara climática de California nos daba la bienvenida de nuevo.


Al fondo... San Francisco fagocitado por las nubes...

No obstante quedaba una etapa final por cumplir: cruzar el Golden Gate con el coche. Lo hicimos en ambos sentidos. Inmunes a los atascos que, un domingo por la tarde, casi lo bloquean. Simplemente sintiendo la fastuosidad de su construcción. Viendo de cerca su color ocre, atravesando una bahía preciosa. El momento se conjuró para que incluso las nubes decidieran darnos una pequeña tregua. Y la magia nos acompañó durante unos minutos. Habían sido 1000 millas de carretera, muchas sensaciones, muchos paisajes y muchas imágenes por procesar...


Camino al infinito...

(Recuerda que TODOS LOS DIAS no cuesta nada VOTARME para conseguir entrar en los cinco finalistas de Sabatico en La Rioja. ¡¡¡Muchas Gracias!!!)

lunes, 16 de agosto de 2010

El Big Sur y "Entre Copas" (pudo ser "Entre Rejas")

Teníamos ganas de escapar del frío de San Francisco y de conocer una de las carreteras míticas de los Estados Unidos (y puede decirse que de todo el mundo) la "Road 1", que recorre parte de la costa californiana, y poder ver así los paisajes más impresionantes de esta parte del país. Esta vez no tuvimos ningún problema al recoger el coche y es que tras las experiencias anteriores tuvimos el buen juicio de reservarlo previamente por Internet.


 1000 millas y 60 € de gasolina por todo el camino...

Durante todo el viaje me he lamentado de no haber alquilado un Ford Mustang, espinita que espero sacarme esta misma semana, ya que nuestro Hyundai funcionó de perlas, pero no es lo mismo que la experiencia de conducir el coche de mis sueños y que dudo que algún día pueda llegar a tener.


Las focas vacilando...

Tardamos aproximadamente dos horas en llegar a Monterey, la primera parada de nuestro viaje. Monterey es un pueblecito costero precioso (aunque bastante turístico) en el que el paseo al lado del muelle es un placer por si mismo. Una gran colonia de focas habita en el mismo puerto y se convierte en una de las atracciones más clásicas del pueblo, además de las tiendecitas y restaurantes en los que puede degustarse buen pescado y así salir de la dieta carnívora que a veces te ves obligado a seguir en Madrid.


La pereza...

No obstante nuestra parada fue muy breve, ya que teníamos ganas de continuar camino y sumergirnos cuanto antes del el Big Sur. Apenas callejeamos por la zona del puerto, hicimos unas fotos, observamos boquiabiertos las maravillas de cuatro ruedas expuestas en la Rolex Monterey Motorsports, una exposición de coches clásicos y deportivos, auténticas maravillas de coleccionistas, y rápidamente volvimos a la carretera.


El Lincoln que transportó a Kennedy...

La idea original era detenernos en Carmel y comer allí, pero el GPS nos jugó una mala pasada (o tal vez fue mi propio despiste) el caso es que dejamos atrás la salida del pueblo del que fue alcalde Clint Eastwood y nos lanzamos directamente a la Ruta 1, a disfrutar de los ancantilados. En una sucesión interminable de curvas y más curvas, plagada de espacios donde detener el coche y observar fascinados la inmensidad del Océano Pacífico.


La inmensidad...

Por desgracia el día continuaba nublado y la majestuosidad del paisaje quedó un poco empañada por tantas nubes, pero aun así disfrutamos de lo lindo observando como la naturaleza parece triunfar sobre el ser humano con su fiereza a la hora de esculpir la geografía de este terreno.


El retiro perfecto...

Pudimos parar a mitad del camino en una tienda de carretera, un pequeño puesto para comprar unos sandwich y darnos cuenta de que allí también era posible conectarnos a Internet, de forma que lanzamos varios mensajes en Twitter manifestando nuestro gozo por el camino que estábamos haciendo.


Chip y Chop...

No nos interesaba detenernos en Morro Bay  ni ver el Castillo de Hearst, de forma que tras tantas paradas como quisimos durante la ruta, acabamos saliendo de ella para encarar la última fase de nuestro primer día de viaje: Bueltton y el Condado de Santa Barbara. Zona de viñas, de cultivo de deliciosos vinos que queríamos probar y disfrutar.


Viñedos y más viñedos...

Llegamos a Bueltton a eso de las 7 de la tarde. Teníamos la reserva en el Hitching Post a las 9 de la noche, de forma que decidimos ir a hacer un "tasting" antes de cenar. Y ahí vivimos uno de los momentos más tensos posibles. Al llegar a un semáforo detuve el coche en el carril central, completamente convencido de que, junto con el de la izquierda, me permitía girar. Esperé a que el semáforo rojo cambiara a verde para hacer el giro por lo que me pareció una eternidad. Un coche se detuvo detrás de mi, pero aquí no usan el claxon como en España, de forma que en vez de recibir una pitada inmensa por estar parado, aceptó la situación tranquilamente.


El Days Inn, el hotel de Entre Copas, minutos antes del "susto"...

Quién no la aceptó fue un coche de policía que en ese momento se cruzó con nosotros. Fue girar por fin a la izquierda y el patrullero lanzar sus sirenas con el inequívoco gesto de exigir que nos detuviéramos.

Es difícil reproducir el diálogo entre el policía y este que escribe. Especialmente cuando nos exigió el pasaporte, que alegremente habíamos dejado en Berkeley, con la idea de que el pasaporte conviene mantenerlo en lugar seguro. Por fortuna nuestra cara de acojonados empanados nos salvó de una multa u algo peor. Y es que en este país no se andan con chiquitas. Será el paraíso de la libertad, pero todo está prohibido, incluso detenerse por error en un carril equivocado de un semáforo.

Finalmente el policía con cara de muy pocos amigos nos dejó marchar, no sin aguarnos la idea de hacer un "tasting". Ante la experiencia se nos habían quitado las ganas de buscar la "tasting room" de forma que, tras una cerveza en el pub del hotel, nos dirigimos al Hitching Post para emular a los personajes de "Entre Copas".


Gran vino, a precio... ufff...

Por supuesto el Hitching Post es un restaurante con mucha fama, especialmente a raíz de la película, pero hay que reconocer que tampoco es para tanto. Eso sí, antes de decidirnos por el vino que tomaríamos pudimos catarlo. Nos pareció delicioso, un Sirah embotellado expresamente para ellos, de forma que disfrutamos bastante más con el vino que con la comida, bastante normalita.


El color del dinero....

Antes de retirarnos a dormir nos quedaba hacer una cata de otros espirituosos variados en el Pub del hotel. Jugar al billar, al puro estilo americano y prepararnos para el siguiente día, en el que Los Angeles nos esperaba...

(Recuerda: Un voto AL DIA. Vamos muy retrasados pero todavía no es imposible...)

jueves, 12 de agosto de 2010

Big Sur

Durante los próximos días no voy a poder escribir en este blog ya que mañana a primera hora salimos de viaje para hacer una de las excursiones que más nos apetece de nuestra estancia en California, el Big Sur. Básicamente es la ruta que recorre desde San Francisco hasta Los Angeles por la costa y en la que tenemos marcadas varias etapas interesantes: mañana comenzaremos viajando hasta Monterey y Carmel by the Sea para llegar a cenar a Buellton, un pequeño pueblo del Condado de Santa Barbara.


 El Big Sur nos espera...

En Buellton tenemos reserva para cenar en The Hitching Post, el restaurante donde trabajaba Maya, una de las protagonistas de la película Entre Copas y, de hecho, vamos a dormir en el mismo hotel en el que se alojan los protagonistas de la peli. ¿Frikada? Tal vez, pero nos apetecía hacerlo...


Pinot Noir, para salir finos...

El viernes por la mañana saldremos en dirección a Los Angeles donde pasaremos el fin de semana y donde hemos decidido no pernoctar, para hacerlo en Manhattan Beach, en las cercanías de LA, pero más seguro y residencial. Por la noche visitaremos Santa Monica y por supuesto Venice, las playas de ensueño californianas.


Shaka Brah, LA, allá que vamos...

El domingo regresaremos a Berkeley y si no es muy tarde intentaré empezar a escribir los posts en los que cuente cómo ha ido el viaje. No obstante, siempre que encontremos Wifi iré actualizando la información a través de mi Twitter, de forma que quede todo reseñado según vaya ocurriendo.

Y por supuesto, DIARIAMENTE, cuento con vuestro voto para conseguir lograr escribir un libro sobre la influencia de la tecnología en la educación durante el año sabático en La Rioja. Podemos conseguirlo, ¡PODEMOS!