Viajamos en esta ocasión con British Airways, haciendo escala en Londres. Es un viaje bastante cómodo, ya que saliendo de Madrid a las 8:45, tras una breve escala, llegas a San Francisco a las 14:30 hora local. Hubo suerte con las dos salidas y la puntualidad se cumplió de forma escrupulosa, cosa que cada vez que me toca subirme a un avión hace que me eche a temblar. Como aspecto curioso del vuelo hay que señalar la mayor facilidad en todos los aspectos de seguridad que tiene el viajar haciendo escala en Londres. En Semana Santa estuvimos en Texas y en Navidades en Nueva Orleans y en ambas ocasiones debimos sufrir un interrogatorio por parte de personal de la embajada. Amables, si, pero interrogatorio a la postre. Además, tras pasar los arcos de seguridad, viajando a USA directamente desde España, es obligatorio pasar por un segundo cacheo exhaustivo antes de embarcar. Nada de esto vivimos al hacer el cambio de avión en Londres. Pasamos de nuevo el arco de seguridad, pero ni preguntas previas, ni cacheo, ni scanner desnudalotodo.
El vuelo desde Londres a San Francisco se hace largo. No puede ser de otra manera ya que son 10 horas de viaje. Supongo que los de Primera y Business no lo sentirán tanto (es imposible no dejar de babear cuando ves sus asientos camino del gallinero) pero para hacer un viaje de tantas horas es necesario armarse de un buen libro y tener paciencia. Parece que no se va a llegar nunca, pero finalmente se alcanza el destino. Con British volvimos a disfrutar de un detalle inesperado, la posibilidad de beber vino durante el viaje sin que tuviéramos que pagar el tan temido suplemento. No es para menos, ya que por los más de 1000 euros que cuesta el dichoso billete es lo justo, pero la experiencia nos dice que cada vez más compañías aéreas han decidido cobrar por el alcohol a bordo. Los vinos aceptables, aunque sólo referencias desconocidas de California, Sudáfrica y Australia. Botellitas de 20 cl. que, hicieron más llevadero el tiempo de llegada...
No es que lo viéramos así, es que así es ¡¡¡California!!!
Finalmente aterrizamos a la hora prevista y sólo nos quedó soportar la larga cola de inmigración para salir del aeropuerto. Esta vez nos tocó un guardia negro inmenso al que le mosqueó que hubiera viajado 3 veces a USA en menos de un año, pero con las preguntas consabidas para indagar acerca de la razón por la que voy tanto a los Estados Unidos, nos dejó entrar en el país de las barras y estrellas sin mayor problema.
Del aeropuerto a San Francisco una de las mejores formas de transporte es el Metro, el BART. No es el más moderno del mundo, pero por un precio bastante ajustado va recorriendo San Francisco y continúa hacia las poblaciones más importantes de la Bahía. La pena es que el recorrido es, en su inmensa mayoría, subterráneo (hay estaciones por las que discurre en superficie), de forma que no ves absolutamente nada. Aproximadamente tardamos en llegar a North Berkeley, nuestra parada, unos cincuenta minutos. Y una vez allí, la discusión clásica con mi santa sobre si preguntar o no sobre la dirección concreta de la calle en la que está la casa donde nos alojamos. Ganó ella, por supuesto (y por fortuna) y de forma muy amable un empleado del BART nos indicó como llegar a Franklin St. donde vamos a estar viviendo durante todo este mes.
La casa la descubrió mi santa usando Craiglist. Decenas de personas alquilan apartamentos a un precio muy económico usando una de las webs que revolucionó Internet en USA. Tras mucho mirar nos quedamos con ella ya que, además de estar en una zona muy cercana a la universidad, no tenía un precio demasiado elevado (aproximadamente 1200 $ todo el mes). Realmente es un apartamento "desgajado" de la casa en la que viven nuestros caseros. Salón, dormitorio, cocina y baño. Jardín (con jacuzzi!!!) y todas las facilidades, especialmente la tan necesaria conexión a Internet. Nuestros caseros son ese tipo de personas que puedes imaginarte cuando piensas en Berkeley. Artistas, bohemios, setentones, antiguos hippys y encantados de tener a dos profes españoles como inquilinos.
Nuestro Jacuzzi en el jardín
Tras dejar las cosas en la casa fuimos a comprar provisiones. Nos acercamos a Andronicos (que la casera nos había avisado de que era caro) para sorprendernos con precios disparatados. Efectivamente tendremos que encontrar una tienda de alimentación más económica ya que en ese supermercado es difícil encontrar algo que esté por debajo de los 10 $. Hicimos las compras justas para la primera noche y el primer desayuno y compramos la primera botella de vino, un Stephen Vincent de 2008, un pinot noir bastante mejorable, la verdad, pero que al menos nos quitó las ganas de tomarnos un vino con esa uva tan típica de esta zona.
La primera botella de vino bebida, aunque bastante flojo, la verdad
Eran las 10 de la noche hora local, 7 de la mañana de Madrid, cuando finalmente plegábamos y nos caíamos rendidos a dormir. Al menos durante unas horas, ya que, el famoso jetlag nos ha despertado mucho antes de lo que esperábamos, de forma que nuestra segunda jornada en California va a comenzar mucho antes de lo esperado.
Así pues, con 12º y nublado (al menos hasta dentro de un par de horas no saldrá el sol, algo típico en esta zona), nos preparamos para afrontar el primer día en San Francisco de verdad...